Usted sería demasiado inocente si
creyera que su acción no tiene efectos posteriores, de hecho cuando usted le
hace un cumplido a alguien, esa persona se siente bien (o no) pero reacciona a
su cumplido, no es indiferente. Este es un simple ejemplo para entender cómo funciona.
La ley de Causa y Efecto, es una ley
universal, por lo tanto, no puede cambiarse, ni transgredirse. Todo lo que
usted hace tiene su resultado. Sè que en el plano material, no siempre se logra
el resultado deseado, pero yo hablo del plano espiritual. El plano espiritual
es aquel que no se palpa con los sentidos. Entonces, volviendo al tema, usted
sentirà en un futuro los efectos de sus acciones del pasado. Creo que està muy
claro, no se necesitan muchas explicaciones, pero es necesario recordàselo para
que usted siempre lo tenga presente: lo que dà, es lo que recibirà.
Recuerdo que tenía un vecino, un
señor muy mayor, enfermo, indigente que vivía completamente solo. Digo
completamente, porque no recibìa visitas de nadie. A mi esposo y a mì, como también
a una familia vecina, nos apenaba verlo asì y le llevábamos comida, yerba mate
para que tenga para su desayuno y merienda, pan casero y cuando hacíamos algo dulce,
le encantaba que le convidemos. El hombre juntaba botellas, metales y cartones,
y los vendìa a la recicladora. Era muy callado y respetuoso. Nos preguntábamos por
qué nadie venía a verlo, seguramente tendría hijos.
Cierto dìa nos encontramos con un
señor que lo conocía desde su juventud y, para sorpresa nuestra, nos relatò una
historia escalofriante cuyo protagonista principal, era nuestro vecino. Resulta
que en su juventud estuvo casado con una mujer con la que tuvieron ocho hijos.
Cada vez que la mujer se embarazaba, era vìctima de golpes por parte de su
esposo. Todo el embarazo lo vivía aporreada. Castigaba injustamente a sus hijos
y los obligaba a trabajar desde pequeños, sin ir a la escuela. La mujer se
cansò y se fuè, y èl regalò a todos sus hijos como quien regala mascotas, sin
pena alguna.
Con el tiempo, mi vecino, fue a buscar a sus
hijos, los que ya se habían contactado con su madre, y èstos lo despreciaron. Hasta
el dìa de hoy sigue solo, ya sin la ayuda de nadie, porque poco a poco ha ido
mostrando su mal carácter y violencia. ¿Quiere un ejemplo más claro que èste?
Ocho hijos y en absoluta soledad. Todo lo que diò le fue devuelto. Su soledad e indigencia no son más que
la muestra de que, efectivamente, las leyes universales se cumplen.
Por el contrario de la historia que
relatè, le contarè otra muy diferente.
Mi madre, a la que le dediquè una poesía
alguna vez, es una mujer muy buena y cariñosa. Sus nietos la adoran. Tiene una
forma de tratarlos que me enorgullece como hija. Hasta el más travieso de sus
nietos o bisnietos, se porta bien con ella, son incapaces de hacer lios en su
casa. Mi mamà siempre les dice: “tesorito”, en vez de llamarlos por sus
nombres. Y cuando ha estado enferma, todos se desesperan por verla bien. Lo
gracioso es que ella siempre dice: “¿Qué habrè hecho yo, para merecerme tanto
amor?”. ¡Està todo dicho!
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